Dicen: «sale al tapiz Celia Cortijo». Y sale.Como a mis ojos su luz. Como el sol por las mañanas. O la luna en las noches claras. Igual de inevitable. Alumbrándome.
Sale al tapiz y hay en ese gesto un paso al frente. Una voluntad. Hay valentía y seguridad. Firme decisión tomada. E ilusión. La de los niños aún. Muchas ganas.
Sale al tapiz y yo la miro salir, desfilar. El paso grácil, la frente alta, femenina y de gacela. La admiro.
Sale al tapiz Celia Cortijo, tan rubia, tan guapa, celeste. Buena… Amor que hallara.
Sale, se detiene el tiempo, se posa sobre su cuerpo, que florece, y no empieza a fluir hasta que suena la música. Pero a su ritmo. Agraciada danza penetra por los sentidos.
Sale Celia Cortijo al tapiz y es su espacio un momento, un minuto de estar y ser en un sitio. A mi corazón la oportunidad de ocuparlo entero, hacerlo suyo, adueñarse de él. Para brillar en su medio. Cumplido a lo que vinimos.
Sale Celia a bailar. Bonita. Elegante. A un tris de la belleza, rozándola, acariciándola un instante. O dos.
Sale al tapiz Celia Cortijo y se me agranda la vida. Me siento crecer, mejor, orgullo de ella, más ancha. Me embarga la emoción y valoro la importancia de esto que nos ocurre. Ya no me acuerdo de mí. Solo hay presente: aquí, en el tapiz, desde la grada, y ahora.
Sale Celia Cortijo y me lleno de agradecimiento. Es un caudal. Cálido irrumpe, inunda el alma. Como la marea de un hombre, navegante azul entonando inmensidades.
Sale Celia Cortijo al tapiz, sucede algo, se cumple. El azar, la suerte. Causalidad. Mi destino, este, tarea, menester… Lo que acontece en todo caso. Ensayo de otra cosa. Ejercicio.
Sale la gimnasta al tapiz, mi hija.
Sale Celia Cortijo al tapiz y no puedo dejar de verla. No quiero. Que me quiten todo menos eso.
Abandona el tapiz y continúa sin más la vida.

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