Cómo se puede despedir un año así. Si tuviera sentido interrumpir, acabar en un momento preciso lo que es un continuo y fluye hoy lo mismo que ayer, a su deriva vamos, transcurriendo igual un instante que el anterior y difícil distinguir el presente a no ser instalarse sabiamente en el ahora y vivir de este modo, olvidados del pasado ya resuelto, comprobado su desenlace, consumado. Pero quién sabe de eso. Acaso el niño, quien ya estuvo allí, en su derrota el fracasado y viniera de vuelta, aquel que se iluminó, quien conoció la locura, el sabio que trascendiera. Los demás, el numeroso resto, el común de los mortales, nosotros, el vulgo, la masa doliente, nosotros pobres sufridores, padeciendo, debatiéndonos tan a menudo en la oscuridad y la ignorancia, en la continua queja, la insuficiencia, definitivamente carentes juzgando la realidad a la medida de la estrechez de nuestra mente, lo profundo de nuestro malestar, la cárcel de nuestros pensamientos, la pérdida de confianza, en la alegría desatenta, el desamor, la ausencia de ilusiones, el ansia de futuro. Cerrar los ojos y volver a creer en la suerte, conjurarla necios, mirar a los astros e invocar a los dioses suplicando clemencia y al caer del último segundo de un año horribilis recuperar instantáneo la fe en que todo vaya a estar bien. «Ojalá» diríamos errados, errantes de nuestra añorada patria…
O quizá si pudiéramos como un rasgo eminentemente humano mirar hacia dentro, tomar conciencia y en nuestra esencia intuir, vagamente aunque fuera, el principio que el tiempo sigue su curso, somos diferentes ríos y el mismo agua que al mismo sitio ir a dar sin antes ni después sino solo esto que acontece, sutil se desvanece y grave aparece, muere y renace, es aquí y es allá porque el tiempo lo ocupa todo, se siente en el universo, brilla en las estrellas, asciende por las montañas, se baña en el mar, late en cada corazón y podemos ser nosotros inventándonos en el esfuerzo mejores. Si despedir 2020 fuera un proceso que pasara por reconocer que fallamos, repetidamente se nos dio mal, llegamos tarde, se murieron demasiados, tantos en soledad, también de ella, nos lamentamos más de lo necesario, fuimos víctimas de nuestra ineptitud, no remamos juntos ni colaboramos lo suficiente, callamos, anduvimos perdidos, asustados, nos pudo el desencanto, faltaron ganas, nos venció el desánimo, el enfado, nos embargó la ira y el miedo. Si en el dominio de nuestra voluntad, dueños de nuestros actos, firme la actitud pudiéramos mirarnos, reconocernos vulnerables pero en un proceso individual, personal hacia dentro manifestáramos potente nuestra condición, la fuerza que nos une, nos agita, hace vibrar, a diferente frecuencia nos mueve y conmueve, a distinta intensidad ilumina, lo puede todo, no teme a nada, es eterno mientras dura, es verdadero, se hace carne, habla, tiene voz, es la palabra que acaricia, cura, se expresa en la poesía, dice quién somos, nos explica y es calma, la paz, música a nuestros oídos, el Amor. Entonces estaríamos listos para alumbrar un 2021 diferente, tanto mejor, ética y estéticamente bello.
Y este habitar coherente y sereno, responsable y libre nuestro ser es sencillo mi deseo para mí y cada uno de vosotros.
¡Pro feliz y copróspero 2021! GRACIAS por la compañía.

Deja una respuesta