Deviniendo. Voy mejorando… Consigo empezar a ponerme nerviosa la mañana del día de la mamografía y ni siquiera mucho. Va poco a poco en aumento, incrementándose cuando subo al coche de camino y según me voy acercando al hospital y aún crece cuando aparco el coche, entro y me dirijo a la sala de espera de rayos, alcanzando niveles exhorbitantes cuando es mi turno. En la cabina en que me desvisto se para el tiempo y accedo a otra dimensión, un plano metafísico, entre dos mundos. Del lado de acá dejo la vida, todo lo que me importa, es el plano existencial. Del de allá es propiamente el hospital, el ingreso a la enfermedad y los enfermos, algo como la finitud, pura ficción. Y entre medias la frontera, un no lugar, el limbo donde se decide la suerte, la expresión del azar, el número 11, mi buena estrella, lo divino si crees… Una mamografía es desagradable, dolorosa, inquietante para todas, algo que vivimos como una auténtica amenaza quienes hemos padecido un cáncer de mama. Y no importa el cuidado, cariño, el tacto con el que invariablemente la efectúan. Después la ecografía es casi peor. Conozco ese cuarto como la palma de mi mano, entre amable y enemigo, frío y cálido, su atmósfera envolvente; las carpetas, los póster, la penumbra que de no ser por la tensión propiciaría el sueño… He pasado largos ratos allí, por momentos completamente sola y sin reloj, invadida de pensamientos, la imaginación volada y entre las barbaridades, locuras que es capaz de elaborar mi mente, recurrente el deseo de desaparecer, desertar, llevarme el alma, ahora en vilo, y abandonar el cuerpo (recuerdo cuánto dolía esta interpretación dual durante mi proceso), regresar triunfal al otro lado. Pero no se desaparece. Hay que permanecer en el cuerpo, afrontar y respetar el silencio, la seriedad médica, la profesionalidad, aguantar el tipo mientras te exploran e intentar evitar entrar en pánico cuando el ecógrafo se detiene, hace una medición, emite un pitido, vuelve al mismo punto y suena de nuevo, se da una vuelta e insiste, parece sonar más grave y te comunican que se marchan para revisar ecografías previas. Y al volver es ya fijación, solo existe esa minúscula zona y quieres saber y no, y escuchas aterrada, como en diferido, que tienes un bulto, o dos, y hay que biopsiar. Es una escena hartamente elaborada y repetida por el cerebro, ensayada por la mente perversa, anticipada, argumento de pesadillas, pero no por ello menos demoledora cuando se da, acontece real. El año pasado tuve esta experiencia que describo y hace días se ha repetido. Y no sé por qué lo cuento. Seguro no por exhibicionismo. Creo que es agradecimiento. Porque la radióloga se esmeró conmigo, fue muy atenta, me dio la información que le pedí, me punzó genial al día siguiente. Agradecimiento porque cuando subí a ver a la enfermera responsable de la unidad de mama del hospital Puerta de Hierro me encontré a mi doctora y me dio un abrazo de los que curan y son indicativos de la apuesta de muchos sanitarios por una práctica médica mejor, más humana. Porque la enfermera me conoce, es amabilísima y cercana y consiguió que me fuera más tranquila y confiada. Agradecimiento porque me dieron la cita para resultados lo más pronto que pudieron e incluso me llamaron unos días después para decirme que eran benignos. Porque salió bien y ha tenido feliz desenlace. Igual lo cuento para destruir mitos como que si te llaman es malo. O que si te punzan es malo. O que casi siempre son malos O dudas sobre el trato. Lo cuento por si a alguien le sirviera. Para mostrar y dejar probada mi vulnerabilidad y lo cobarde que soy. Sobre todo creo que lo cuento para conjurar el miedo. Terminar de curarme de un cáncer que joven me hizo asumirme, reconocerme mortal, y de otro anterior que más joven aún se llevó a mi madre y que once años después del primero y veinticinco del segundo me ha traído muchos y valiosos aprendizajes, y me ha llenado de ganas, voluntad y deseos de ir mejorando… Escribir para contarla. Vivir para escribirlo. A sabiendas que vamos a morir o mejor, como si ya hubiéramos muerto. Para creer en la vida, esperar, alcanzarla. La vida metáfora de la vida, metaexistencia. Solo presente. Aventurada y venturosa conciencia que estamos vivos de milagro.

Llevo un rato escribiendo y borrando.
Nada… solo decir Valiente!!!!!!
Como siempre darte las gracias por compartir!!!
Una gran suerte que estes ahí poniendo palabras a las sensaciones… a los miedos compartidos.
Un abrazo de los grandes!!!!
Uffff Celia, Querida Amiga,
Creer en la Vida … una y hasta 11 veces más, atravesar cada momento de miedo, dolor, gozo, incertidumbre, valentía, cobardía … buena suerte? mala suerte ?? ..: quién sabe !!!! … somos ecuánimes, y estamos vivos … pero Vivos de verdad, conectados, cada vez más conscientes, constantes y consistentes. Cada ser sintiente atravesando sus circunstancias … y tu circunstancia que describes magistral y valientemente en este texto no es precisamente fácil, las demás quizá sí lo son más, o no … pero todas ellas vividas, sentidas y escritas con Presencia y Amor, con tu Pletórica siempre a tu lado, Amiga ❤️
Buenas … Muy Buenas Noticias, a Celebrar 🎉 🍾