No cabe duda de la importancia de los gestos. Uno te puede alegrar el día. O arruinártelo por completo. Un gesto te puede cambiar la vida. Te la puede incluso salvar y en sentido literal y figurado. Con pequeños gestos se podría hacer del mundo un lugar mejor, al menos eso se dice. Porque muchos juntos hacen una revolución. Su omisión es muy a menudo fuente de malestar, y de agravio. Algunos, y no tan terribles, fueron capaces de desencadenar guerras. Y los hay que enamoran. Visibles e invisibles. Que te tocan el corazón, que te arañan el alma. De insulto, de burla, de complicidad, de reproche, de desprecio, de duda, cargados de razón, de asombro y de cariño. De agradecimiento (que me encantan…). Los hay muy divertidos. De risa. Ensayados e improvisados. Sutiles y contundentes. Buenos y malos. El gesto es una acción chiquitita pero con un gran significado. Es potente. Está lleno de sentido y no necesita explicación, se sobreentiende. Es un hecho en sí mismo. El principio de una historia o el punto y final.
Y nosotras, mis hermanas y yo (esto empieza desde ya a sonar religioso aunque en verdad no), nos hemos inventado un supergesto que de partida es generoso, es altruista, hasta bondadoso pero analizado a fondo tiene un poco de orgullo, mucha mala leche y una pizca de simpático desdén, si es que esto fuera posible. Es decir, que es un gesto muy a nuestra medida, que va muy con nuestra personalidad y nuestro carácter. Que es de cole de monjas total. Le hemos llamado hacerse un Laura Vicuña. La denominación para quienes conocen la historia de la ya, creo, canonizada santa no es del todo exacta pues esta muchacha lo que hizo en realidad fue dar la vida por su madre, una pobre mujer «descarriada», muy «pecadora», con el objeto de salvar su alma y evitarle la condena pública primero y el infierno después. Y nosotras para nada eso. Hacerse un Laura Vicuña es portarte bien con quien se porta mal contigo. Es tener un gesto amable con quien no se lo merece. Con quien no se lo merece para nada, al contrario. Y el modo estrella de hacerlo es regalar un táper de croquetas aunque hay muchos posibles. Así que súmate a nosotras y este 2018 márcate un Laura Vicuña con:
- Los jefes que te acaban de despedir de un trabajo de mierda en el que te explotaban. Cuando vayas a firmar el exiguo finiquito les das las gracias por todo, les dices que les vaya bien y táper de croquetas.
- La amiga que te regaña porque últimamente no le haces mucho caso pero es que tu vida es un estrés continuado del que no va a hacerse en ningún sentido cargo. Para ella, táper de croquetas.
- El chico con quien sales de vez en cuando y que te mola bastante. Para ese truhán que te chulea, táper de croquetas.
- Con esa cuñada, para ella, envuelto y con un lazo, táper de croquetas.
- A la suegra meticona que presume de lo que le gusta a su hijo su tortilla de patatas, táper de croquetas.
- A los listos que todo te lo explican porque todo lo saben, táper de croquetas y con receta.
- Al pesado de Fb que te comenta sin parar, que te critica, que te corrige, ¡que te repite!… Táper de croquetas vía messenger.
- A la petarda de Instagram que jamás te da un ❤, foto dedicada de táper de croquetas.
- A la profesora que un día castigó a tu hijo sin recreo y es que le tiene manía al pobre, táper de croquetas doble de jamón.
- A quien te vacila de croquetas, tus croquetas.
- A la compañera del trabajo que te debe mil favores pero nunca puede cuando tu lo necesitas, táper de croquetas.
- A la novia que trata fatal a tu mejor amigo y te tiene entre ceja y ceja porque está celosa de ti, ofrenda de táper de croquetas.
- Al caradura, bueno, al imbécil que se queda los libros que le prestas, táper de croquetas y el peor que hayas leído últimamemte.
- A la envidiosa asquerosa esa, que no le gustan mucho tus croquetas, supertáper de croquetas gourmet.
- La traidora de tu amiga que se compró los zapatos, los botines, el abrigo o el bolso que sabía que querías, táper de croquetas XXL y con extra de mantequilla.
- A la que te quitó el novio no, jamás.
- A tus vecinos ruidosos y molestos que además tiran colillas a tu patio o invaden tu plaza de garaje y a su mismísima puerta justo antes de cenar, táper de croquetas.
- Haz croquetas a tu marido muy a menudo porque con él nunca te faltará un motivo…
Y etcétera, etcétera, etcétera…
Pero esto no acaba así. La culminación del acto hacerse un Laura Vicuña es por supuesto su no consumación. Sí, has leído bien, su NO consecución. En realidad, más que un acto es solo intención. Es pura actitud. Es el podría hacerlo pero, como es lógico, no lo voy hacer, no lo puedo hacer, no debo. Es tus hermanas, tus amigas, la gente que sí, una fuerza interior, una energía, una llamada de la naturaleza, es, en suma, el universo entero cuestionándote: pero, ¿en serio le vas a regalar un táper de croquetas? Y eres tu haciendo que reflexionas, recapacitando, con los ojitos vidriosos, visiblemente emocionada perdonando el daño, ascendiendo solemne las escaleras donde habrán de ponerte la medallita y todo digna contestando ¡ni de coña!. Pero molaría …
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Muchísimas gracias. Mi email es celiadefrutos@hotmail. com
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