Fue culpa del tiempo
que te esperaba impaciente,
se consumía en las prisas
resbalando intranquilo,
esfumándose en la tarde,
malgastado tiempo perdido
que se escapa entre los dedos,
fino como hebras de seda,
escurridizo, volátil,
que en el aire se desvanece
y se ahoga en el agua,
desterrado en la arena,
ardiendo en la urgencia,
hecho cenizas.
Fue un tiempo enamorado,
caprichoso y desconfiado,
inconformista exigiendo
negándote cobarde,
presumido e infantil
que te ignora indeciso
y no sabe si ir o volver,
pasar o quedarse,
ser pasado o presente,
sin futuro ninguno
apenas sin voz,
expresado sin ganas,
de pocas palabras,
agotado en los gestos.
Era el tiempo canalla
que mentía a menudo,
escapaba de la realidad
como si nunca existiera
y pasaba lento, aburrido
hasta quedarse parado,
frente a frente transcurriendo,
sosteniéndonos la mirada,
cuestionándonos,
dudando de nosotros mismos
y de este tiempo maldito
que se volvió tan frio
nos congelaba las manos
y nos heló el corazón.

Deja una respuesta