Me cuenta La Pletórica que lo del cementerio de elefantes en sentido literal es un mito, no existe tal como espacio que acumule restos vitales y huesos en un desesperado canto al infortunio y apología de la nada, pero no lo es en sentido figurado porque por supuesto existe un lugar a donde van los elefantes a parar cuando se mueren y desde donde se les honra. Cuando un elefante termina, agota su tiempo aquí emprende un viaje, de nuevo no en sentido literal sino figurado, metáfora de un cambio de estado vuelve al lugar del que ha venido, regresa a la tierra que le vio nacer, al origen de todo; ese su tiempo relativo se funde con el absoluto y es uno con todo lo demás, se integra con la naturaleza. Quienes le vieron, los que le quisieron no sienten su ausencia, solo extrañan su compañía y encuentran consuelo aquí y allá, en la experiencia que les aúna, en cada paso que dan, en el suelo que pisan, en cada árbol y a su raíz, en la brisa que acaricia la tarde, si miran el cielo estrellado una noche y sienten su brillante fluir como ríos de sangre por dentro y de dentro a afuera el Amor, mar azul… Por eso insiste mi Pletórica lo importante que es tener buena memoria, de elefante, ancestral, ensayada desde el nacimiento para poder ir más atrás y con proyección suficiente para trascender y a través del espíritu llegar hacia delante, del otro lado mirar. Y así quisiera yo hoy homenajear a nuestros muertos por coronavirus, a todos y cada uno y no solo a los que se pueden contar porque el alma es incontable, inmaterial, incontenible, no hay cifras que lo expresen, es una parte de nosotros y cuando da su último aliento sin reconocimiento y sin memoria, se extingue sin más y es como si nunca hubiera existido y formado parte nuestra. Dicen que cuando muere un anciano es como si ardiera una biblioteca y esta pandemia solo en España me evoca la de Alejandría, con toda su riqueza y acúmulo de grandeza, envuelta ahogándose en llamas, cuánto saber, cuánta cultura, deshaciéndose, convirtiéndose en cenizas. Pero creo en nosotros, en el Amor que heredamos, que nos dieron y guardamos, y espero y deseo que inspirados por él sintamos la compasión, tengamos la dignidad de comportarnos como una manada de elefantes y humanamente sepamos encontrar en nuestra conciencia el rincón para que nunca, nadie, ninguno de ellos, caiga en el olvido y se nos muera otra vez…
En Paz descansen.

Siempre tan bellas y claras tus palabras Celia, tanto como lo eres tú…Gracias x compartirlas.
Siempre te lo digo y es como lo siento. Me encanta lo que dices y como lo dices. Un abrazo escritora
Es un gusto , leerte Celia!!
Que gran lugar ocupas!!!
Pura sensibilidad que nos llega a todos.
Gracias.
Que bonito escribes , da gusto leerte .
Que bonito escribes , da gusto leerte . Ya te lo he dicho .
Escribes bien.
¡Muchas gracias, Javier!