Encontrar un lenguaje que no debiera decirse y enunciara de posibilidad una realidad improbable. Que aquello que quisieras que fuera pudiera ser más allá de lo ideado porque ya tuviera lenguaje y a través hubiera sido nombrado sin pronunciarse. Que fuera algo más que una ficción, no tanto como un hecho, y te incumbiera y hablara de ti y te transformara por dentro. Ojalá un lenguaje que permitiera ser al amor algo más que una entelequia y escapando de la imprecisión y la vaguedad sin caer en la vulgaridad de lo consumado, efímero, se mantuviera en su perfección, sublime sin límite de tiempo que lo desvirtuara y transformara en cenizas que barrer en un rincón del alma. Ojalá un lenguaje en común para nombrar lo que nos pasa por dentro y afecta a otro, coincidir con alguien palabra por palabra, un solo acento, al admirar la belleza, al describirla, juntar los ojos, igual la luz al fondo, como un arcoíris, describir una única senda entre la niebla, transcurrir un solo río, una deriva, un compás y expresarlo en términos tan idénticos que pareciera música y sin embargo fuera un lenguaje suficiente, de necesidad necesario, verdadero, que se bastara para afirmar la Poesía. Que nunca se pudiera negarla.

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