Somos máquinas sentipensantes. Y lo somos casi desde el momento de nuestra concepción. Lo llevamos en nuestros genes. En nuestros cromosomas. Somos las XX. El cuerpo de élite del corazón. Guapas por fuera pero por dentro más.
Desde que se sabe de nosotras el mundo se prepara para recibirnos. Y conspira a nuestro favor. Y en nuestra contra. Se nos decora un universo rosa, se nos imagina bellas, amables; se nos piensa fuertes y al mismo tiempo delicadas; tranquilas, buenas, alegres; se nos desea afortunadas y se nos quiere valientes pero temerosas. Y listas.
Nuestra madre nos acoge generosa en su vientre donde flotamos seguras, nos alimenta con su misma vida, nos nutre de su propia sangre y comienza a tejer un vínculo de hebras de seda que es lo más fuerte, que es mágico, ancestral, que encierra toda la sabiduría de la naturaleza y es tan estrecho como el canal del parto, que poco después atravesamos solo una vez y ya sin retorno. Aunque a la madre se vuelve. Vaya que si se vuelve…
Y ahí empieza la instrucción. Que hay distintas versiones. Más y menos actualizadas: la clásica o tradicional, la moderna, la versión dos punto cero y la que mejor suele funcionar, la y punto pelota o porque lo digo yo y punto. Y dicen que existe una versión futura que no es una utopía pero que no acaba de cuajar y es la que por fin nos hará iguales. Y libres.
Se nos educa en la ternura, en el afecto, en el cariño. Y en el cuidado y la atención. Somos comprensivas, protectoras, maestras de la empatía, de ponernos en el lugar de, muchas veces a costa de perder nuestro sitio o aún peor, de nunca encontrarlo.
Nos leen y leemos cuentos: de princesas, de hadas, de sirenas, de discutibles heroínas…, alimentando así nuestra fantasía y es por eso que nos encantan las historias con final feliz. Hemos visto muchas veces Grease, Ghost, Dirty dancing y Pretty woman. Todas hemos admirado y querido ser un poco Audrey en Desayuno con diamantes y hemos fantaseado con distinta clase de desgracias para que nos salven.
Se incentiva a tope nuestra creatividad y la mayoría adquirimos grado experto en montarnos películas y hacernos ilusiones. Aunque azul solo el mar, el que nos conmueve, o acaso el de sus ojos… El profundo mar azul, marino, como quien elegimos y como la verdad.
Disney y toda la industria industrial nos habilita para el romanticismo y somos románticas hasta límites solo soñados. Somos tan románticas como un atardecer en verano, como un cielo de tormenta, como la lluvia finita que nos moja el pelo mientras lo esperamos, como un kilo de percebes, como el rumor de las olas. Y apasionadas como la tormenta, como un volcán en erupción, como un tango en Buenos Aires.
Sabemos mentir como la luna. Y ser sinceras como el pan. Y hasta callar a tiempo. Nos gusta el silencio pero no el impuesto.
También nos entrenan en la intuición. Manejamos la sutileza diestramente. Nos damos cuenta aunque lo neguemos y somos sensibles de un modo especial. No somos brujas pero si queremos, podemos. Lloramos a menudo y así nos desahogamos. Porque nos duele aquí y allá, porque nos duele la vida, porque no es fácil estar tan preparadas.
Nos gustan los mimos y enamorarnos. Somos virtuosas amantes.
Sabemos pelearnos y defendernos pero rehusamos la violencia. Reivindicamos lo que consideramos legítimo. Porque somos justas. Y juntas somos más fuertes. Y vivas nos queremos. Somos elefantes esperando el matriarcado y mientras aguardamos conservamos la memoria intacta de nuestras antepasadas y sus dolidos huesos en un cementerio, este, que honramos.
Tenemos amplios conocimientos de derecho. Estudiamos pediatría, enfermería, psicología, filosofía, economía, diseño, decoración, moda y por supuesto, corte y confección. Ah, e historia, pero la historia la contamos bien, desde el principio, con antecedentes e incluyendo los diálogos.
Nos adiestran en la perfección. Somos exigentes, sobre todo con nosotras mismas, y muy trabajadoras. Nuestra jornada es larga. Pero cobramos menos. Y tenemos un techo de cristal a través del cual hemos aprendido a ver el cielo y a emocionarnos con las nubes, con una noche estrellada, con la estela de un avión que nos lleve lejos y con la sombra de quienes nos cuidan desde arriba.
A veces tenemos hijos y encontramos en ellos sentido. Nuestra propia existencia pasa a un segundo plano y anteponemos a todo su felicidad. Los niños son la promesa, son el futuro y son la esperanza. Nos hacen mejores y nos llenan de miedos.
Porque en ocasiones somos cobardes: si nos ronda el peligro, cuando nos acecha la enfermedad, si nos amenaza la muerte.
Trascendemos con el arte, con la literatura, en la naturaleza y gracias a la belleza de lo más sencillo.
La mayoría seguimos cursos de cocina y las croquetas las bordamos. Eso sí, hacemos táperes solo para quien los merece. Y cursos de maquillaje. Se nos da bien maquillar las penas e incluso disfrazar la realidad.
También se nos capacita para ser confiadas. Y para pensar mal. Para darle mil vueltas a las cosas y comernos la cabeza sin guarnición.
Nos patinan las neuronas. Y las hormonas. Nos traiciona la razón, nos domina el corazón y nos pueden la emoción y las ganas.
Y aún nuestra estricta formación somos adorablemente imperfectas. Equivocarnos nos hace humanas.
Venimos de lejos, vamos a ninguna parte e igual se nos espera en algún lugar. Pero no nos importa, lo importante es el camino y por el camino nos entretenemos. Vamos cogiendo flores para ti, sí, para ti.
Hablamos siete lenguas y entendemos muchas más. Pero nuestro idioma es el que dice la verdad y es capaz de pensar sintiendo y sentir pensando.
Somos ciudadanas universales, habitantes de un mundo que no se adapta a nosotras, que no acepta nuestra complejidad, que no está hecho a nuestra medida, que no es de nuestra talla, que no nos vale, que nos viene grande o la mayoría de las veces se nos queda pequeño. Aquí no cabe todo el amor que heredamos.
Somos mujeres y no. Somos la mitad y más. Somos agentes sentipensantes con licencia para matar.
Y para morir.
Pero solo de amor.

Joder me haces llorar. Que verdades parece la letra de canciones de toda la vida.
Soledad no me digas eso que lloro yo… ¡Muchísimas gracias!
Somos súper héroes, el amor nos hace fuertes movemos montañas,somos sabiduría nacemos enseñadas.Vamos k tú lo relatas a la perfección Mi Celia😗😗😗
¡Puritito amor! Sobre todo algunas.
No hay mejor descripción de lo que somos y cómo somos…MUJERES. Sos una genia Celia!!!
¡Tú eres una mujer bonita y emanas belleza! Muchas gracias por leerme siempre.