
Mi libro XI (o11ce)
A mi querido Maestro Sampedro, a mis maestros, mis amores,
Trasciende el sentir en una isla griega donde el tiempo, entre azul y gris, transcurre a la deriva, golpea contra las rocas a la orilla, baña la arena de otro color, marrón intenso, arcillosa, se funde con la marea y cada ola es el tictac, es la cadencia de cuanto acoge en su seno, la melodía al ritmo de la cual se transitan las horas, acontece narrado el curso de la vida y es el relato el sueño lúcido de un poeta.
Cuenta una historia de amor tan cierta como improbable, que eso es amor: la posibilidad de ir a encontrarse dos personas, de distinto origen, tan de lejos, cada quien un pasado remoto, incluso de diferente condición llegar a reconocerse, distinguirse entre el resto la sirena y el navegante, ambos extraños en ese preciso instante a lo único en común, el océano, la sola realidad que por encima de todo, inevitable, les une y por separado determina. He ahí el milagro. Identificar la esencia, el verdadero ser fuera de ti y ser espejo para la otra persona, mutuamente reflejarse valiosos, honrarse y engrandecerse porque el amor, si es, de cualidad eterno, conveniente, no conoce límites y su energía, la que despierta y agita se resuelve potente en cada paso al andar, cada noche al acostarse, cada mañana al despertar, se respira y transpira y se renueva en la atención, en el cuidado, en los afectos, transformándonos libres del dolor, mejores, tanto más buenos. Ungidos de la belleza que primorosamente, a través de las manos, verter y acariciar en otro cuerpo lo suficiente a flor de piel, lo necesariamente hondo y forjar un destino común en cada beso, un espacio sagrado, un refugio a salvo donde resguardarse de la adversidad, los muros, el miedo que nos separa.
Yo quiero un mundo justo para ti que amo, incluso amé. Me caso contigo. Si estuviste alguna vez en mí, íntimamente te acercaste, si fui tuya nos casamos en una isla griega y sello aquí y ahora el compromiso que adquirí conmigo entonces de amarte el resto de mis días con una condición que aún no adivino ni alcanza el peso suficiente para imponerse en contra de esta capacidad que me crece por dentro desde que, cuando, frente a Ítaca supe del poeta, comprendí, se me reveló como un soplo, brisa fresca el misterio, penetrándome por cada poro el sonido del mundo, el brillo en el agua, el rumor de las olas, el murmullo de las voces, el fluir de la corriente y absolutamente convencida de mi poder fue un sí para ti que te eligiera. Desde cualquier lugar después, más o menos prosaico, pudiera elegirte establecido ya ese camino de ida y sin vuelta atrás, sin retorno a sabiendas, mientras seamos juntos no te marcharás.
Sueña el escritor, sueña que escribe y mientras escribe que sueña, ama. Es a través de la palabra, el don que le fue dado que se entrega servil a los demás, humilde en su oficio, su mirada sobre las cosas a construir la realidad, facilitar la comprensión, darnos sentido más allá de lo expresado. Lo poco que sabe, como un hombre, lo aprendió de la sacerdotisa quien lo aprendió de la diosa quien como tal nunca conoció el amor. Lo sabe del hombre que aprendió de la sacerdotisa quien negó a la diosa para ser mujer al cabo. Del hombre poderoso, el hombre niño que hizo hombre hombre la mujer. Lo sabe del andrógino filósofo que hasta enamorarse de la mujer, descubrir la diosa, el ideal supremo encarnado, nunca conoció el amor. Y sobre todo lo sabe de ella, de la sirena que amó, que desde las rocas intuyera la perfección del hombre y la mujer en comunión una noche a la luz del fuego, seducida renunciara a la eternidad, a su condición inmortal, al vaivén del mar, a lo profundo, a las algas, la sal. A la vuelta del sufrimiento cambiara su cola de pez por unas piernas, un sexo, un palpitar, estremecerse, estallar, envejecer, agotarse, asumir la finitud. La vieja sirena que atraída de la energía que nos impulsa, conmovida, sucumbiera al amor, quisiera un alma de mujer, pura hembra, nos enseñara a amar; pariera al hombre, al filósofo, al poeta. Alumbrara las letras que se escriben y narran, dictan, nuestra verdad.
Mes o11ce del 20
❤️
Como siempre Mi Celia que bonito lo que escribes , de tu fiel admiradora y amiga. 😗😗🦋
Te quiero, amiga! Gracias por estar siempre tan cerquita…
Qué precioso escrito y palabras Celia,…me encantan.
Me siento tan identificada con mi isla, con mis amores mediterráneos…, con lo romántica que yo soy….
Una joya la verdad….creo que tengo que volver a leer ese libro porque hace muchos años que lo leí.
El que me dejó muy marcada fué La Sonrisa Etrusca…., también tengo que repetir lectura.
Un abrazo enorme y felicidades!!!🙏✨💓
Muchísimas gracias, querida Sole!! Somos unas románticas empedernidas pero del amor del bueno…
I love it when people get together and share views. Great blog, stick with it! Giulia Georg Grier