La soledad de los amantes en la contrariedad de la ausencia de un relato que los narre. De partida mitológicamente negados. Sin posibilidad discursiva más allá de la crónica, un mensaje apresurado, a vuelapluma tres líneas, pobre poema, pie de foto, siempre sin testigos. La imposibilidad de compartir su historia condenada al ostracismo, carente de una luz que de afuera les alumbre y sea la constatación, prueba de su existencia. Fe de los amantes que se desvanece contingente a falta del papel que todo lo puede, lo soporta, donde asirse y desde donde conquistar no ya el pasado, atisbar el futuro…
(…)
Voz
Me abismo, sucumbo…
Me abismo, sucumbo…
Vierto hacia dentro
En la plenitud un suspiro
Y en tu ausencia sin queja
Profundo contenido
Me inunda el sentimiento
Ahonda la herida abierta,
O es morirnos juntos
Muerte común de los amantes…
(…)
Al decir de mí
De poesía que intuyo
Saberte cierto
Avanzo, llego hasta ti
De antes de lejos del dolor
Traigo las tres heridas…
Eres vasto espacio
Aguas más cristalinas
Soberbio en tu desnudez
Me despojes la ropa
Vestido gris tejido
A manos de la memoria
Y ni de plata ni luna
Solo encendida la carne
Para alumbrar
Provocar este insomnio…
(…)
Sería
Era contigo o no
Que pudiera sentirlo
Ser de lo mismo, espiral
Abrazo en la tarde, emoción,
Nuestro barco remando
Resbalar la corriente
Impulso que respirar
De creación, fe de vida
La posibilidad de retorno
Y escogernos cada vez
De tus labios llegar a casa
Espacio íntimo, cobijo…
(…)
Señora de rojo sobre fondo gris
En la fila o11ce de un teatro, en compañía, asistir a la magia del triángulo amoroso Ángeles de Castro, Miguel Delibes, José Sacristán interpretando una historia que a través de otros personajes pudiera ser real, haber sucedido de veras. O no. Al menos así pareciera transcurrir a nuestra mirada ayer. Perfectamente nítida, potente y grave, afinada, sonaba, rasgaba el alma, la voz de Sacristán acompañada de sus gestos y soberbia interpretación, poseído de Nicolás invocando a Delibes escribiendo, en esta forma no personal del verbo que se me impone, repite una y otra vez y lejos de anularme me reafirma en mi existir…
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De la serie lenguaje y ganas
Habría selección sexual y no sería por el lenguaje sin embargo a mí me llegarías por la voz, la primera vez que te escuchara directamente dirigirte a mí si tuvieras algo que decirme y no solo eso, que fuera importante, valioso. Sin estar todo ganado me entrarías, se orientarían tus pasos, empezaría el camino juntos. Y el sonido…
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Once más once del once más uno.
Suenan los niños que cantan y el corazón lo sabe porque su voz está instalada en un lugar de tu memoria al que se accede como desde un olor, lleva directa y ya puedes contemplarte entonces, en un momento justo que es como la infancia aunque seas mayor y suena así, a vocecita pueril entre tierna y pedante porque es machacona pero son huérfanos, crees o te imaginas, y es el espíritu navideño que aflora y no tiene que ver con el dinero sino son las ganas, la ilusión de que tú, alguien de tu entorno, lo más probable esos que después descorchan el champán en el telediario y brindan en vivo y en directo y de nuevo te caen entre bien y mal, tengan ya la vida resuelta, o no. A ti te toca hacer inventario, a través de esa cantinela revivir lo que te fue dado, lo que conseguiste, lo que te queda por lograr…
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Más allá de la Antropología…
Echa la red el pescador
a un mar de signos
donde flotan las letras
como peces vivos.
Nadan sutiles a la deriva
entre corrientes y luna
buscándose unas a otras
chocan, se besan gentiles
se funden en palabras
que quieran inventarnos,
todas las que nos dimos
las que todavía esperan
a que quieras llegar, tú
mi Navegante y Poeta
para ponerles la voz…
(…)
¿Quién no sufriera de amor?
Quién no sufriera de amor?
Quien no se estrellara
Besara el suelo al caer
Se perdiera de ganas por ti
Quien no te pensara
Se perdiera en tus calles
Un murmullo extraño
El alma rota
Le temblara frágil la voz
Extraviada su fe
Pronunciando tu nombre…
(…)