Reivindicar la Pletórica era reivindicar la alegría sin necesidad de hacerlo expreso porque para eso vino a mí, ella vino a mí y era solo dejarse estar, devenir el curso de los días, como por el río fluir sin oponer resistencia y aguardarla paciente, en esa dulce espera que es la fe ciega, la confianza plena, el convencimiento y la total seguridad en lo que ha de ser y se ha dispuesto para ti. Y ser alegres más que un estado como condición, procurarnos el corazón contento, amanecer con ilusión y cada noche al acostarnos llenas de esperanza confiar en la vida…
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Memoria
De luto. En duelo.
Me cuenta la Pletórica que lo del cementerio de elefantes en sentido literal es un mito, no existe tal como espacio que acumule restos vitales y huesos en un desesperado canto al infortunio y apología de la nada, pero no lo es en sentido figurado porque por supuesto existe un lugar a donde van los elefantes a parar cuando se mueren y desde donde se les honra. Cuando un elefante termina, agota su tiempo aquí emprende un viaje, de nuevo no en sentido literal sino figurado, metáfora de un cambio de estado vuelve al lugar del que ha venido, regresa a la tierra que le vio nacer, al origen de todo…
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Érase una señora…
Es una señora mayor en una habitación pequeña, sentada en un pequeño sillón de pequeñas ruedas muy próximo a una cama pequeña que mira por una pequeña ventana hacia ninguna parte.
Es una señora mayor con el pelo canoso porque ya no se tiñe, con el pelo finito y escaso y blanco como una pantalla de cine, del cine de su pueblo donde le besó por primera vez hace ya tantos años. Blanco como la pantalla de su mente, finito como el tiempo que se le escurre entre los dedos y escaso como las imágenes que acuden a su consciencia.
Es una señora que reposa tranquila, sin prisas, sin urgencia alguna, que no espera nada ni alberga siquiera esperanza, que vive como sin vida, que está sin estar y que aunque lo ignora ya no irá a ninguna parte e incluso será la muerte quien un día, no tardando, venga a buscarla para llevarla a ese sitio desde donde quizá…
23 del Abril robado de 2020
Si digo quien me quiera que me escriba es toda una declaración de intenciones y es una declaración de amor. La de mis escritores, tantas letras que me llegaron, las historias que me narraron, los personajes que me acompañan, todo lo leído y releído que forma irremediablemente parte de lo que soy, que no puedo dejar de amarles, a ellos a través de mí, de mí a través de ellos si me conozco en ese acto que digo es pura generosidad y transcurre mágico, conquistar tu corazón y transformarte todas las veces para mejor, que es el poder de la comunicación sublimado en el arte cuando lo que recibes es material delicado, sensible, de necesidad, necesario…
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Nueve años después… (31-03-20)
Me decía un buen amigo que le gustaba leerme. Qué halago ya solo eso y sin embargo decía más. Decía que cuando me leía me reconocía en las letras, por entre las palabras, que me sentía fluir, muy viva, e intuía una herida, le traspasaba cierto malestar, algo así como un dolor y aunque fuese mío era capaz de identificarse en él, de atisbarlo igual o muy parecido dentro de sí y lejos de incomodarle, de generarle inquietud, ese compartir le ayudaba a reconocer su propio mal, expresarlo y liberarse de él. Dos veces este amigo fuera a ser decisivo para mí en mi escritura no puede ser casualidad. La primera cuando teníamos diecisiete a lo sumo y yo ensayaba poemas y él canciones y la segunda esta, veinte años después, ocupados en los mismos menesteres…
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Entre Tú y Yo la Ría
Nadie se muere por nadie y sin embargo todos tenemos un muerto a nuestras espaldas. Uno del que sentirnos culpables o responsables o las dos cosas al tiempo. Le enseñó a pescar. Al principio intentó esquivarle. No le gustaban los curas en general ni este en particular. Su padre había fallecido siendo él un crío dejando a su madre viuda con tres hijos más, pobre y necesitada. Gracias a un familiar había podido ingresar en el seminario y hacer carrera. Entre los hombres del pueblo gozaba del respeto que se había ido ganando muy poco a poco venciendo a pulso la desconfianza inicial hacia todo lo venido de fuera…
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8 de marzo de 2020
A veces me pregunto cómo, por qué, cuándo (me interesa tanto el cuándo porque el tiempo juega conmigo como si me fuera ajeno. Pronto, si no lo vivo intenso se me olvida. El tiempo acontecido se me confunde, el urgente se me escurre entre los dedos, se me pierde el desaprovechado, se me pasa fugaz de tan intenso, vuela el de mis hijos y hay el que busco y no encuentro…) llegaron, me llegaron, algunas personas a mi vida, incluso de las que me fueron «dadas». Me encanta sumergirme en esta reflexión, enfocarme en la elegida, recordarla (del latín recordis) y tratar de analizar desde el afecto que nos une, o sea valorarla, apreciarla y así quererla, para invariablemente concluir que seguro no lo sé, como apenas sé nada y que no es importante, forma parte del enigma que somos para nosotros mismos, para los demás y los demás para nosotros. Enigmas que nos vienen sin solución para alumbrarnos de asombro con más preguntas, con algunas respuestas… Personas como enigmas sin descifrar, presagios que se cumplen o por cumplirse…
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Vendrías
Arderás en mi memoria encendida
después que vengas del pasado
a robarme el tiempo que me queda,
la escasa paz, la calma que me falta.
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Que vuelve
Entre mi padre y yo. De un tiempo pasado que vuelve para nombrarle. A mi memoria y la suya perdurando en el tiempo. La distancia resuelta por las noches si le sueño… (…)