Lo que fue perder lo único incondicional, lo que hubo de cal y hubo de arena sin llegar a entender cuál mejor, en mi salud y en mi enfermedad, lo que llegó a mi vida o se marchó, lo que dejé correr, si alguna oportunidad se me escapó, entre la quietud y el tiempo fluyendo a distinta intensidad, cadencia, transcurrir obvio, deslizarse sutil, agitado o turbio, el viento a la cara o a favor, en la paradoja y la ambigüedad, la realidad que me afirma y me niega, lo que me pasó y pudo haberme pasado, sucediera, lo eventual, lo que hubiera de venir, acontecerá seguro, estuviera escrito o no en el destino y si se pudiera escribir fuera de mi puño y letra, en negro o azul, un poco en cursiva, solo legible con intención de quien quisiera dejarse los ojos para mirarme y me descubriera a través, verdadera como mis palabras brotando, surgiendo, emanando de donde nacen según si son flores…
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La Pletórica
Once más once del once más uno.
Suenan los niños que cantan y el corazón lo sabe porque su voz está instalada en un lugar de tu memoria al que se accede como desde un olor, lleva directa y ya puedes contemplarte entonces, en un momento justo que es como la infancia aunque seas mayor y suena así, a vocecita pueril entre tierna y pedante porque es machacona pero son huérfanos, crees o te imaginas, y es el espíritu navideño que aflora y no tiene que ver con el dinero sino son las ganas, la ilusión de que tú, alguien de tu entorno, lo más probable esos que después descorchan el champán en el telediario y brindan en vivo y en directo y de nuevo te caen entre bien y mal, tengan ya la vida resuelta, o no. A ti te toca hacer inventario, a través de esa cantinela revivir lo que te fue dado, lo que conseguiste, lo que te queda por lograr…
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Reivindicar La Pletórica.
Reivindicar la Pletórica era reivindicar la alegría sin necesidad de hacerlo expreso porque para eso vino a mí, ella vino a mí y era solo dejarse estar, devenir el curso de los días, como por el río fluir sin oponer resistencia y aguardarla paciente, en esa dulce espera que es la fe ciega, la confianza plena, el convencimiento y la total seguridad en lo que ha de ser y se ha dispuesto para ti. Y ser alegres más que un estado como condición, procurarnos el corazón contento, amanecer con ilusión y cada noche al acostarnos llenas de esperanza confiar en la vida…
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De luto. En duelo.
Me cuenta la Pletórica que lo del cementerio de elefantes en sentido literal es un mito, no existe tal como espacio que acumule restos vitales y huesos en un desesperado canto al infortunio y apología de la nada, pero no lo es en sentido figurado porque por supuesto existe un lugar a donde van los elefantes a parar cuando se mueren y desde donde se les honra. Cuando un elefante termina, agota su tiempo aquí emprende un viaje, de nuevo no en sentido literal sino figurado, metáfora de un cambio de estado vuelve al lugar del que ha venido, regresa a la tierra que le vio nacer, al origen de todo…
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Querida Silvia:
A veces me creo que La Pletórica es la abuela y que nosotros somos una manada de elefantes tan mágicos como ella y podemos hacer las cosas que ella hace como sorber quince litros de agua con la trompa y soltarla en un potente chorro con precisa puntería aquí o allá. O hacer pompitas de jabón redondas y perfectas, irisadas de todos los colores hacia el cielo y verlas ascender mientras nos reímos sin importarnos nada más que eso, ese momento bello, todo aquí, tan de ahora, sin cuestionar qué ocurrirá después o importarnos qué ocurrió antes, reírnos de estar en eso con una risa franca, a carcajadas, manifestar sin pudor la alegría de vivir y disfrutar lo más sencillo, las pequeñas cosas que nos pasan a los elefantes, estar juntos, tener comida, habitar la selva desde hace tanto tiempo y admirar y celebrar su belleza varias veces al día, muy especialmente cuando sale el sol, cuando se pone y ser ese el reloj que marque las horas sin prisa, gastadas de a poquito entretenidos en el juego…
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Hembra, mujer, diosa…
Muerdo suave tu oreja
y el mordisco es tibio
entre mis labios dulce.
Sube del cuello un aroma
me inunda por la nariz
esencia de duende
que lo envuelve todo.
Como si emanara de mí
te llevara por dentro y…
Contra mi miedo tus ganas
desnudando este cuerpo
dolido, de poco pasado,
desecho en ti, banal, el ego…
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8 de marzo de 2020
A veces me pregunto cómo, por qué, cuándo (me interesa tanto el cuándo porque el tiempo juega conmigo como si me fuera ajeno. Pronto, si no lo vivo intenso se me olvida. El tiempo acontecido se me confunde, el urgente se me escurre entre los dedos, se me pierde el desaprovechado, se me pasa fugaz de tan intenso, vuela el de mis hijos y hay el que busco y no encuentro…) llegaron, me llegaron, algunas personas a mi vida, incluso de las que me fueron «dadas». Me encanta sumergirme en esta reflexión, enfocarme en la elegida, recordarla (del latín recordis) y tratar de analizar desde el afecto que nos une, o sea valorarla, apreciarla y así quererla, para invariablemente concluir que seguro no lo sé, como apenas sé nada y que no es importante, forma parte del enigma que somos para nosotros mismos, para los demás y los demás para nosotros. Enigmas que nos vienen sin solución para alumbrarnos de asombro con más preguntas, con algunas respuestas… Personas como enigmas sin descifrar, presagios que se cumplen o por cumplirse…
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Plácido Domínguez
Él venía de los churros y yo de las croquetas y sin más coincidimos. A mi me gustaron los churros una vez, en Pontedeume. Me encantaban con mi madre y la abuela Celia de vacaciones cuando el día estaba nublado, muy frecuente entonces allí y podías ponerte los vaqueros que llevabas todo el verano sin usar, las deportivas por fin y respirar de vida plena ese olor en el puerto que salía de la churrería para mezclarse con el otro olor, el de la sal de la ría, las redes de pesca, los barcos, la brisa, el monte galego…
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Ella vino a mí
Los que tenéis mascota lo sabéis, que los animales hablan. Un rudimentario lenguaje que sin embargo va directo al corazón como un gancho derecho. Y esta noche La Pletórica ha venido a mi habitación, se ha tumbado a mis pies, me ha puesto la trompa encima tal y como abraza este ser que ni fuerte ni flojo, ni mucho ni poco pero lo justo para sentir su dureza, su calor y contra su cuerpo perderse de la realidad, olvidar el miedo, recobrar las ganas. Ha venido La Pletórica convocada por mí sin yo saberlo, atraída por su femenina y sabia intuición, enamorada de mí como un amante y con ese otro amor incondicional que gasta mi elefante, de madre y de animal, con todas las formas de amar pero al cabo una sola para velar mi sueño…
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