Se para el tiempo. Solo para mí pero acontece igual para los demás. No espera. Parece detenerse y toca correr después (si se pudiera decir después porque no pasó) para ponerse en hora, sin prisa ya pero sin pausa. El motor las ganas, el aprecio a la vida, la suerte de existir aunque a veces duela. O antes que el dolor esa nostalgia, la eventual pérdida de sentido, la extrañeza, cierta desazón, melancolía, el futuro incierto, lejano, demasiado cerca, el pasado que vuelve, el río que se desborda, se agita turbio, la calma que ansías, un remanso de paz y sin embargo no es tiempo parado, es fluir de la corriente solo que a diferente ritmo, cadencia. Hablo de otra cosa…
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Cáncer
Nueve años después… (31-03-20)
Me decía un buen amigo que le gustaba leerme. Qué halago ya solo eso y sin embargo decía más. Decía que cuando me leía me reconocía en las letras, por entre las palabras, que me sentía fluir, muy viva, e intuía una herida, le traspasaba cierto malestar, algo así como un dolor y aunque fuese mío era capaz de identificarse en él, de atisbarlo igual o muy parecido dentro de sí y lejos de incomodarle, de generarle inquietud, ese compartir le ayudaba a reconocer su propio mal, expresarlo y liberarse de él. Dos veces este amigo fuera a ser decisivo para mí en mi escritura no puede ser casualidad. La primera cuando teníamos diecisiete a lo sumo y yo ensayaba poemas y él canciones y la segunda esta, veinte años después, ocupados en los mismos menesteres…
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Volvería a nacer
Volvería a nacer y muchas veces nacería después del 31 de marzo de aquel año de mi suerte. Lo haría tras la operación, saliendo de la anestesia y una vez me despertaran las buenas noticias. En mi habitación como de hotel llena de mi familia, de mi gente como una procesión, arropada siempre, llena de plantas y flores llenas de vida, plena de vida yo y de ganas, hambrienta de sol y de nubes, de cielos y cielos donde nacer (…)