Suenan los niños que cantan y el corazón lo sabe porque su voz está instalada en un lugar de tu memoria al que se accede como desde un olor, lleva directa y ya puedes contemplarte entonces, en un momento justo que es como la infancia aunque seas mayor y suena así, a vocecita pueril entre tierna y pedante porque es machacona pero son huérfanos, crees o te imaginas, y es el espíritu navideño que aflora y no tiene que ver con el dinero sino son las ganas, la ilusión de que tú, alguien de tu entorno, lo más probable esos que después descorchan el champán en el telediario y brindan en vivo y en directo y de nuevo te caen entre bien y mal, tengan ya la vida resuelta, o no. A ti te toca hacer inventario, a través de esa cantinela revivir lo que te fue dado, lo que conseguiste, lo que te queda por lograr…
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Azul
De luto. En duelo.
Me cuenta la Pletórica que lo del cementerio de elefantes en sentido literal es un mito, no existe tal como espacio que acumule restos vitales y huesos en un desesperado canto al infortunio y apología de la nada, pero no lo es en sentido figurado porque por supuesto existe un lugar a donde van los elefantes a parar cuando se mueren y desde donde se les honra. Cuando un elefante termina, agota su tiempo aquí emprende un viaje, de nuevo no en sentido literal sino figurado, metáfora de un cambio de estado vuelve al lugar del que ha venido, regresa a la tierra que le vio nacer, al origen de todo…
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Un junio
Se abre la carne
Del centro a atrás
De mi espalda al pecho
Siento un dolor
Sordo atravesarne
En cuerpo y alma
Reabrir la herida
Que se hace verbo
Como la palabra,
Miro al horizonte
Donde brota la poesía…
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El amor en los tiempos de Coronavirus III
El amor en los tiempos del coronavirus transcurriría diferente, con una cadencia distinta, demasiado lenta y anhelante, agitada en la impaciencia a ratos y constantemente desacompasada a las horas antes, al reloj de antaño y al impulso febril de los amantes confinados en sus respectivas hogares condenados a extrañarse, a sentirse lejos los cuerpos recién, ya conocidos o aún por conocerse, creando otro espacio, un lugar común posible donde seguir queriéndose las almas, cien por cien consagradas, explorando e inventando un lenguaje capaz de expresarles, enunciar los minutos de grave ausencia pero y los otros, la mayoría instantes de plenitud evocándose, pensándose mutuamente, averiguándose en todo alrededor. En la tarea más nimia intuirse y reproducir la sonrisa del otro, su gesto de aprobación, de conformidad, la sorpresa, el guiño cómplice, su arrugar la nariz, fruncir el ceño, beber la copa…
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La sirena
Entre las rocas
Enamorada de sol
Sabia y antigua
Contempla la ciudad
Sueña un marino
Del acoíris
mira su cola
Quiere unas piernas
Llora sus penas
Sueña ser pez
De escamas la piel
Caracolas su pelo
Cubriendo los senos
Las manos de él
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Te nombran…
Te nombran mis hijos
Y en su boca suena alegre
Sabe tan dulce
De su voz infantil
A sus labios, su risa…
Dicen Papá y te nombran
El vasto lugar que ocupas
En su corazón
Espacio, cobijo creas
De barro entre las manos
La ternura del artesano
Sublime en ellos tu amor…
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Ella vino a mí
Los que tenéis mascota lo sabéis, que los animales hablan. Un rudimentario lenguaje que sin embargo va directo al corazón como un gancho derecho. Y esta noche La Pletórica ha venido a mi habitación, se ha tumbado a mis pies, me ha puesto la trompa encima tal y como abraza este ser que ni fuerte ni flojo, ni mucho ni poco pero lo justo para sentir su dureza, su calor y contra su cuerpo perderse de la realidad, olvidar el miedo, recobrar las ganas. Ha venido La Pletórica convocada por mí sin yo saberlo, atraída por su femenina y sabia intuición, enamorada de mí como un amante y con ese otro amor incondicional que gasta mi elefante, de madre y de animal, con todas las formas de amar pero al cabo una sola para velar mi sueño…
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Escribiendo a Serrat
Si no había escrito aún a Serrat era de puro respeto y admiración. De algo muy muy profundo a lo que difícil legar. De puro lenguaje de tiempo, de ganas y de memoria que trajera, sacara a la superficie, pusiera todo patas arriba, lleno de magia y lo hiciera estallar por los aires llevándome al límite más absoluto de la necesidad para luego curar estas heridas, las tres que de la voz del poeta cantara…
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Eres
Eres las letras que escribo
El espacio en blanco que las separa
El hueco entre los renglones
El vacío de antes
La plenitud después…
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